jueves, 1 de abril de 2010

Dime si renunciar al sexo te hace feliz, si estar entre las paredes de un convento te ayuda en algo. Dime si esas a las que llamas hermanas te ofrecen tanto como te ofrecería una vida de experiencias.
Leer esta bien, y rezar, y vestir de negro, incluso encerrarse. Pero solo durante un tiempo, no para siempre.
Ven conmigo, sal fuera. No voy a ofrecerte el cielo, pero te dejare verlo, desde lo alto de aquella montaña, con el único sonido que emite el silencio. Tendrás delante la belleza del mar, sobre el que flotara algún barco pesquero al que cientos de gaviotas perseguirán hasta llegar a puerto.
Sígueme, no te prometo nada después de esta vida, pero podrás leer bajo el árbol que elijas. Todas las sombras son tuyas aquí fuera. Sentirás el aire acariciando las páginas de ese libro que tanto te gusta, mientras tus ojos van pasando frase a frase hasta terminar otro párrafo.
Vamos, anímate. Tú también sentiste todo esto un día. No puedes haber olvidado aquellas noches en la playa, aquellas estrellas que no dejaban de brillar por mucho que pasara el tiempo. Su luz era permanente, como lo es mi insistencia en conseguir que digas “vale”.
Hoy te escribo desde casa, llevo una semana sin salir de aquí. Solo quería sentirme atrapado para poder escribir esto sintiéndolo de verdad, para transmitirte directamente la angustia que me llena por dentro. Esto para mi es la muerte, y sinceramente creo que es muy egoísta morir por placer sabiendo que hay personas que no pudieron escoger.

13-02-2010

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